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Los queloides son un tipo de cicatriz patológica que surge por una respuesta anómala del cuerpo ante una agresión cutánea (como una cirugía, herida, quemadura o incluso acné). A diferencia de una cicatriz normal, el queloide crece más allá de los bordes originales de la lesión y puede ser elevado, doloroso, enrojecido o causar picor persistente.
No se trata solo de una alteración estética: los queloides pueden generar molestias funcionales y un alto impacto emocional, por lo que su abordaje dermatológico es fundamental.
El tratamiento requiere experiencia, constancia y una estrategia combinada, ya que no existe una única solución eficaz para todos los casos. En consulta, aplico un enfoque integral que incluye:
Infiltraciones intralesionales con corticoides u otros fármacos
Reducen el volumen, inflamación y consistencia del queloide.
Láser vascular o luz pulsada intensa (IPL)
Disminuyen el enrojecimiento y modulan la actividad fibroblástica, ayudando a controlar el crecimiento.
Seguimiento personalizado
El tratamiento suele requerir varias sesiones, espaciadas cada 4 a 6 semanas, para lograr una respuesta efectiva.
El objetivo no es eliminar por completo el queloide (ya que su eliminación total no siempre es posible), sino convertirlo en una lesión mucho más plana, blanda, menos visible y sin molestias. Con constancia y el tratamiento adecuado, es posible mejorar notablemente su apariencia y síntomas.
No siempre. El tratamiento busca reducir volumen, color y síntomas como dolor o picor, consiguiendo una apariencia más estética y cómoda.
Las infiltraciones pueden causar leve molestia, pero se toleran bien. Se puede aplicar anestesia local si es necesario.
Habitualmente entre 3 y 6 sesiones, según la extensión y evolución de la cicatriz.
Existe riesgo de recidiva, pero un tratamiento bien planificado y un seguimiento adecuado pueden minimizarla significativamente.
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